jueves, 6 de octubre de 2005

Día 4: Sedona-Kayenta

6 de octubre de 2005

Cuarto día. Todavía recuperándonos de la belleza de Sedona, hoy toca otro recorrido de esos para disfrutar. Y es que, lo mejor de este viaje no son los sitios que visitamos, sino cómo vamos de uno a otro. Viajar en Harley por Arizona es una experiencia que no se puede describir con palabras, y que ni siquiera las fotos expresan con fidelidad.

Estaría todo el día filmando o fotografiando cada rincón del trayecto, que desde la moto es especialmente impactante. No dejo de pensar en dónde estoy y cómo voy, es un sueño hecho realidad; sólo me da pena no poder compartirlo con mi gente.

Aquí también salí a correr por la mañana, la forma ideal de descubrir un poco más de cerca el pueblo y reafirmarme en la idea de que se trata de un lugar para repetir. A primera hora, justo después de desayunar en un Starbuscks, fuimos a buscar la foto de grupo que teníamos pendiente, y Steve encontró el enfoque perfecto.
Salir desde Sedona fue otro regalo. La carretera de montaña entre desfiladeros de rojo puro, alternando sol y la sombra de los abetos, es realmente para repetir. Una buena subida con curvas de hasta 15 millas/hora, todos en fila y ordenaditos, disfrutando del entorno.
Hasta el parque de Grand Canyon tiramos unas buenas 126 millas, a veces en carretera, a veces en autopista (interestatal), donde los camiones continuaron adelantándonos a pesar de circular con frecuencia por encima de 80.
La primera mitad del trayecto la realicé con chaleco, pero a partir de la segunda parada preferí la chaqueta, porque a medida que pasaban las millas bajaba el termómetro.
Comimos justo antes de entrar en el Parque Nacional de Grand Canyon, en una típica cantina medio mexicana. Carne, cómo no...
Para entrar en el Parque, Marc nos recomendó que fuéramos separados, porque cobran por grupos y es mejor entrar de forma individual. 10 dólares.
A medida que se iba intuyendo el Cañón entre la maleza, me acordé de Seo. Hoy he descubierto que su descripción fue mejor de la que pueda yo escribir. Grand Canyon es impactante, sobrecojedor, infinito,... sorprendente a pesar de haberlo visto mil veces. Puedes fijar la vista en cualquier punto creyendo que es el final, y cuando enfocas te encuentras con que le sigue otro desfiladero, y otro, y otro... Te sientes minúsculo y a la vez afortunado de vivir en un entorno que te regala este tipo de cosas.

Primero seguimos al resto de turistas al típico mirador, pero enseguida buscamos uno propio, con Jean en cabeza, cómo no, un tipo que ha subido los ocho ochomiles, tiene el récord de ascensión por la cara norte del Everest y fue el primero que descendió desde el techo del mundo en una tabla de snowboard... Conseguimos unas fotos de esas para presumir...
Desde Grand Canyon, bordeando parte de su depresión, tiramos hacia Kayenta, donde dormimos justo al pie de Monument Valley, otra de las maravillas del mundo. Apenas llegamos con la luz justa para intuir lo que nos espera mañana, pero ya estoy deseando que pase la noche para descubrirlo.

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