sábado, 8 de octubre de 2005

Día 6: Page-Bryce Canyon

8 de octubre de 2005
Sexto día. Hoy toca cambiar las Harley por un paseo en barco, al menos por unas pocas horas. Hemos quedado a las 7:30 de la mañana, y como siempre, Alex y yo llegamos tarde, con la salvedad de que en esta ocasión, cuando salimos al parking, ya no hay nadie; se han ido todos en la Voyager de Jean Claude y el todoterreno de Steve. Nos toca coger nuestras dos Fatboy y salir pitando hacia el embarcadero... aunque antes toca preguntar dónde es, lo que nos retrasa un poco más.

Cruzamos la presa sobre el río Colorado y entramos en la zona recreativa de Lake Powell –tras pagar 10$–, un espectacular lago bordeado por montañas, penínsulas e islas de roca color naranja. Llegamos a las 8 en punto y Marc salió a buscarnos: “he oído las motos, y he logrado convencer al capitán del barco para que espere”. Carrerita hasta el embarcadero y a navegar.
El sitio es, una vez más, impactante. Navegar por las aguas del río Colorado y adentrarnos por algunos de los recovecos del lago fue genial; el guía nos explicó que ahora el nivel del agua está especialmente bajo, porque lleva mucho sin llover, por lo que las paredes entre las que navegamos son más altas de lo habitual. El paisaje es como lunar, y el reflejo de la roca sobre el agua nos permite sacar buenas fotos.
El paseo duró un par de horas, y al volver vimos algunos enormes peces pidiéndonos comida al borde del embarcadero; parece ser que la pesca es una de las atracciones del lago. Turistas haciendo cola y el aparcamiento lleno; el día acompaña a quienes nos acercamos a conocer esta “atracción”.
Una hora de margen antes de salir con las motos me brindó la ocasión de asomarme al otro lado de la presa, un asombroso cortado 216 metros bajo el que transcurre el río Colorado. Hasta 1964, cuando fue concuida la presa, había que recorrer 200 millas para cruzar a la otra orilla del río.
Hoy toca un trayecto corto, apenas 155 millas hasta Bryce Canyon, otro de los platos fuertes del viaje. La carretera volvió a ser parte del espectáculo, y el destino nos dejó a todos maravillados. Salimos de Page con calorcito –alrededor de 25 grados–, pero a medida que subíamos en altitud, el termómetro volvió a bajar gradualmente. Yo fui el único que no se abrigó a tiempo, y llegué al pie de Bryce Canyon en manga corta y con algo más que sensación de “fresquito” –apenas 10 grados–.

Pagamos 5$ e iniciamos la subida de la montaña, a velocidad reducida –parque nacional– hasta el primer mirador. Lo que allí vimos me recordó un poco a las Médulas, pero multiplicado en dimensiones, con estalactitas de tierra y roca de infinitas formas y tamaños.

Llegamos a la cumbre –Sunset Point–, a más de 2.000 metros de altitud, un fantástico balcón sobre lo que parece una plantación de picos de todos los tonos imaginables sobre la base del naranja, algunos desafiando la gravedad, y con una profundidad que da vértigo.
Casi al final del descenso hacia el hotel –situado al pie de la montaña–, paramos en Sunrise Point para lograr una nueva perspectiva de la maravilla, esta vez desde abajo... bueno, lo que parecía abajo, porque desde ahí, un nuevo mirador sobre un valle más profundo nos dio la ocasión de llegar a la “base del asunto”, tras bajar un serpenteante y estrecho camino durante unos cientos de metros. Allí descubrimos cuánto pueden crecer los pinos en busca de luz, a pesar de estar rodeados de roca. Fantástico lugar, y dura subida, por cierto. Acabamos agotados.
Al bajar, el último regalo del día: unos ciervos junto a la carretera...
Dormimos en el Ruby's Inn, un curioso hotel situado justo a las puertas del parque. Una vez más, quedé con Steve y Jean en madrugar para ver cómo amanece; ¡a ver si esta vez no me falla el despertador!...

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