viernes, 7 de octubre de 2005

Día 5: Kayenta-Page

7 de octubre de 2005
Quinto día, pasado el ecuador. Me despierto a las 4:20 de la mañana para ir con Steve y Jean a ver el amanecer rojo en Monument Valley. El madrugón merecerá la pena, pero... mier... ¡se han ido sin mi!. Es lo que pasa cuando pones el despertador del móvil sin comprobar que está en hora. Llego 4 minutos tarde a la cita y ya no están. De nuevo a la cama.
Tras desayunar las típicas tortitas con sirope (¡qué ricas!), nos reunimos para la quinta porción del viaje. Hasta nuestro primer destino apenas son 40 millas, pero una vez más el trayecto es un placer en sí. Básicamente, Monument Valley es una planicie salpicada de montañas de tierra roja. Esto si que es lo que he visto mil veces en las pelis de vaqueros que tanto le gustan a mi padre. Interminables rectas, pequeños cambios de rasante y alguna que otra curva hasta superar por primera vez el límite de Arizona y asomarnos a Utah. ¡Esta zona es una auténtica reserva de indios Navajo!, como se encargan de recordar con insistencia los carteles que vamos dejando atrás.

Tomamos una perpendicular a la carretera hacia las montañas más pintorescas (no sé si llamarlas así, o elevaciones, o simples columnas de tierra...). Una vez más, pagamos peaje, 5$, y eso que se puede ver desde otros sitios, pero a esta gente apetece pagarles...
El sitio es de nuevo impactante. Se acaban los adjetivos ante tanta maravilla. Me acuerdo de ese anuncio de la tele que habla del “síndrome de Stendhal”, una crisis nerviosa que se sufre cuando no se puede soportar tanta belleza. Elevaciones por todos lados, unas pequeñas y puntiagudas, otras grandes y chatas... de foto; Steve sacó unas cuantas de grupo que guardaré con cariño.
Desde aquí seguimos la ruta (US 163) unas cuantas millas, como hacia Mexican Hat (otro monumento de la Naturaleza), pero esta vez nos detuvimos antes de llegar. Tocaba otra sesión de fotos, esta vez en las Harley por una fantástica recta con Monument Valley de fondo. De nuevo, Steve se esmeró, ahora desde el coche; ¡alguna de esas la enmarco, seguro!.
Para dirigirnos a Page, nuestro próximo destino, tuvimos que desandar camino hasta Kayenta, donde comimos en un restaurante regentado y frecuentado por indios. Bueno y barato.
El último tramo del día volvió a ser magnífico. Llegamos a nuestra ciudad dormitorio junto a Lake Powell hacia las cuatro de la tarde. Reconstituyente baño en la piscina y a cenar. Lo hicimos en un típico restaurante vaquero, con banda de country incluida, y la verdad es que lo pasamos bien; lo que comenzó como una pequeña broma de lanzamiento de papeles entre mesas, acabó a cerbatanazo limpio... ¡como niños!.
Mañana se anuncia sorpresa...

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